La pornografía
es un tema que cobra mucha influencia en nuestra sociedad actual, sin embargo
no suele hablarse mucho sobre él.
El término pornografía lo podemos definir como:
" todos aquellos materiales, imágenes o reproducciones en los que se representan actos sexuales para provocar la excitación de quien los ve. Se puede encontrar en multitud de disciplinas tales como cine, escultura, fotografía, pintura, etc. Teniendo más éxito en medios como las revistas pornográficas, líneas telefónicas eróticas e Internet. La etimología griega del término pornografía remite a una “descripción o ilustración de las prostitutas o de la prostitución”.
De las diversas opiniones y tendencias surge una discrepancia entre los que optan por defender la pornografía como una “libertad de expresión”, y los que la consideran como una humillación hacia las mujeres.
Feministas
radicales como Catherine MacKinnon, consideran la pornografía
“como la subordinación sexualmente de las mujeres…”
ya que en películas o en palabras
muestran las mujeres disfrutando dolor, humillación, violación o tortura.
Siendo así, MacKinnon promulgó un decreto de ley anti pornografía que
prohibía cualquier “producción, venta,
exhibición o distribución” de cualquier material definido como pornográfico.
La polémica surge al preguntarse si la pornografía es una forma de libertad de expresión.
Para comenzar, cuando debatimos sobre pornografía, es necesario un consenso previo para saber de qué estamos hablando o a qué nos estamos refiriendo.
Puede
resultarnos aceptable una definición pragmática de este término, atendiendo a
la intencionalidad y a la finalidad de unas obras que se realizan,
comercializan y se consumen para provocar la excitación sexual del espectador y consumidor (D. Jones).
Una vez
alcanzado este acuerdo previo, la cuestión principal debe basarse en si la censura de la pornografía podría
conllevar cierta restricción de la
libertad.
Vivimos en una
sociedad cuyas leyes, en general, respaldan la libertad de las personas, y una
de ellas es precisamente la libertad de
expresión. Ésta representa un beneficio para la sociedad, por permitir que
cada uno pueda opinar lo que quiera.
Si atendemos a
los argumentos de Ronald Dworkin, en una sociedad liberal comprometida con la
responsabilidad moral individual, cualquier tipo de censura es incompatible con
dicho compromiso.
Mayoritariamente,
el material pornográfico se consume por hombres (Un estudio de la Carnegie Mellon sobre pornografía en Internet aportaba los datos de que el "98,9% de los consumidores on-line de pornografía son varones. Y hay algún indicio de que del restante 1,1% muchas son mujeres pagadas para tomar parte en las chat rooms y en los boletines para que los clientes se sientan más a gusto".), presentando a las mujeres
como esclavas sexuales, generalmente sometidas a las exigencias sexuales de los
varones.
Planteamientos
feministas contrarios a la
pornografía, como los de Catherine A. MacKinnon, se basan por ejemplo, en la
degradación que este tipo de producciones provocan en las mujeres que venden su
imagen (en algunas ocasiones incluso forzadas a ello) y en los ataques sexuales
que promocionan contra las mujeres, argumentos ambos discutibles, porque sólo
podrían considerarse válidos para un tipo de pornografía (heterosexual) y
cuando los que realizan los actos pornográficos no lo hagan voluntariamente.
Respecto a
otras variantes de la pornografía, como por ejemplo la pedofilia, la
protección de los derechos de los menores (incluyendo la propia libertad sexual
de los menores maduros) hace necesario el control legal de la misma.
Partidarios y
detractores de la pornografía no fundamentan sus argumentos simplemente en la
moralidad; para los adeptos, la pornografía puede ser considerada un arte, al
que califican como erótico y definen como erotismo, mientras que los opositores
estiman que todo lo pornográfico es obsceno, y por lo tanto sucio, deshonesto y
negativo.
Dworkin y
Rawls entienden que si existiera el derecho a la libre expresión de las ideas,
sería imposible conseguir la plena convivencia democrática, en otras palabras,
la libertad es una garantía previa de la igualdad.
Para proteger
la igualdad, es necesario defender el derecho de que todos puedan acceder a la
misma información.
Conclusión: en
una sociedad igualitaria, toda cultura ofensiva (si así se considera a la
pornografía) debería desacreditarse por el disgusto provocado en los demás,
nunca por normas gubernamentales que prohíban su difusión.